Toda la pieza blanca. En el medio un cuerpo, un cuerpo envuelto en una manta de seda. Bajo la manta, el cuerpo, de hombre, está desnudo. Las paredes blancas aun tienen olor a pintura blanca. Las repisas y los cuadros ya no están. En lo alto una ampolleta de 150 watts invade la pieza y hace creer que la luz emerge de las paredes blancas luz. La ventana es una gran puerta abierta, la puerta que no es ventana está cerrada. La ventana da hacia el mar y el mar no cesa de invocar a incautas naves a perderse en su interior. El mar cada día arroja desde su borde cientos de polillas, todas muertas, todas buscando un mundo mejor, quizás tras escuchar un lejano llamado, acuden en busca de otros parajes más edénicos, y por ello menos existentes que este.
Meller, A. (1998). Envuelto por una manta de seda. Cyber Humanitatis, (6). Recuperado a partir de https://revistasaludpublica.uchile.cl/index.php/RCH/article/view/10551